Segundo día de buceo (Malapascua)

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Gracias por la acogida de No puedo vivir sin ti que ayer llegó hasta el puesto ochenta de los más vendidos de Amazon. Terminar mi primera trilogía fue un cúmulo de emociones encontradas porque significaba dejar marchar a los personajes. Después escribí tres novelas más de la serie para no desligarme del todo de ellos y estos meses de correcciones, revisiones y galeradas todavía los he sentido muy próximos. Ahora os los cedo para que los acompañéis hasta el final de su aventura. Espero de corazón que os guste.


Ayer nos quedamos a punto de mi segunda inmersión en las aguas de Malapascua, acompañada de mi familia y de Joan, nuestro instructor.
El barco nos volvió a dejar en la orilla tras escuchar las indicaciones de Joan. Nos pusimos el equipo y nadamos un poco hasta que la profundidad llegó a los ocho metros. Allí levantamos la tráquea, nos pusimos la máscara y las gafas y empezamos a descender mientras el chaleco se deshinchaba.


Tenía un poco de aprensión, pero bajé. Mi problema fueron los oídos. Tuve que subir un par de veces porque no había ecualizado bien y sentía un dolor punzante. A la tercera vez logré bajar y entonces un maravilloso mundo se abrió ante mis ojos. Corales, arena, algunos peces… Podía respirar, nadaba bien y estaba preparada para descubrir el universo submarino.
Los ejercicios los hicimos de rodillas en una zona donde había arena. Uno de los más difíciles para mí fue quitarme las gafas y aguantar un minuto sin ellas porque no veía y me sentía un poco desamparada. Pero los saqué todos adelante con la emoción del momento.


Después nadamos un poco viendo el fondo. Entre los corales descubrimos un caballito de mar. Son muy difíciles de ver y nos emocionó muchísimo. Disparamos miles de fotos mientras avanzábamos con los ojos muy abiertos. El miedo remitió por completo, aunque tenía las gafas muy enteladas y solo veía por un ojo. El espectáculo valía la pena.
Sin dejar de vigilar el barómetro para no pasarnos de aire consumido, haciéndole las señas al instructor cuando nos lo pedía para decirle la cantidad que nos quedaba, llegamos al final de la inmersión. Joan izó la boya y nos dio instrucciones para subir.


Al llegar arriba inflé el chaleco con emoción. ¡Lo había conseguido!
La barca nos recogió y nos llevó de vuelta. Una vez en la orilla vino la peor parte… Volver a cargar las botellas a la espalda por la arena hasta llegar al centro de buceo. Allí Joan nos explicó cómo limpiar los trajes y los equipos.
Llegamos al hotel a las cuatro y media. Nos pegamos una larga ducha para destensar los músculos antes de estirarnos un ratito en la cama a relajarnos.


Por la noche fuimos al Hippocampus Beach Resort a cenar porque Joan nos dijo que esa noche habría música en directo y que él tocaría la batería. Estuvo bien, pasamos un ratito con los españoles que tenían cursos o salidas de buceo y nos fuimos a la cama felices, exhaustos y emocionados.

¡Feliz día! J

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