Una mala experiencia buceando (Malapascua)

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Llegamos a un viernes fresco y bastante nublado. Y sigo sin agua caliente en casa… ¡Casi cuatro semanas duchándome con agua helada! Y lo que me queda… Parece que estemos en el siglo pasado… En fin, espero que se solucione de una vez.
El tercer día de curso de buceo solo teníamos una inmersión por la tarde. Durante la mañana no buceamos y ahora no recuerdo qué estuvimos haciendo… Sé que era algo en el centro de buceo porque me recuerdo dentro del cuarto donde nos pasaron los vídeos…


Comimos en un restaurante que me encantó, La Isla Bonita. No es de los turísticos de la playa y hay una selección alucinante de comida buenísima. Los precios también son más asequibles que los de los restaurantes frente al mar y está muy bien acondicionado.
Por la tarde teníamos nuestra primera inmersión seria… Preparamos los equipos, nos vestimos con el neopreno, nos cargamos los chalecos a la espalda y caminamos por la playa con las cajas en las manos hasta llegar a la barca que nos llevaría a una preciosa zona llena de corales y fauna marina.


Esta vez nos tocaba lanzarnos al mar desde la barca, de espaldas. Da un poco de vértigo, y más tras ponerte las botellas e intentar levantarte… Pero lo hice, me puse en pie con muchísima dificultad, conseguí llegar al borde superior del barco, me puse el respirador y la máscara y coloqué las manos cómo me decía Joan antes de saltar al vacío.
Había muchísima corriente. Ellos estaban agarrados a una cuerda y yo debía nadar contracorriente para alcanzarlos. Me costaba muchísimo avanzar, el peso y la fuerza del agua me impedían hacerlo con soltura. Puse esfuerzo y ganas y al final llegué a la cuerda, donde me agarré con fuerza para no alejarme.
Irene estaba nadando muy lejos, no llegaba y estuvimos un rato largo esperándola. 

Yo empecé a resollar por el esfuerzo de aguantarme porque la corriente intentaba arrastrarme. Cuando al final mi hija llegó estaba exhausta, pero con deseos de seguir con la inmersión.
Bajamos por la cuerda casi doce metros. Para evitar mi problema con los oídos paré bastantes veces a ecualizar y al llegar abajo me di cuenta de que no había nadie. Entre las gafas enteladas y la visibilidad un poco emborronada del mar no solo atisbé unas aletas nadando hacia una dirección.
No me habían esperado…


Empecé a nadar con fuerza hacia la dirección en la que se habían ido, pero respiraba con dificultad y me costaba moverme. El pánico empezó a invadirme, mis resuellos se intensificaron y empecé a pensar que me faltaba el aire. Entonces hice lo que nunca se debe hacer, respiré por la nariz en un arranque de miedo. Y como había agua dentro de las gafas la tragué provocándome un ataque de tos.
En ese instante mi primer impulso fue quitarme las gafas y el respirador. No veía a nadie, estaba sola y necesitaba calmarme, pero no podía. Por suerte tuve la suficiente frialdad como para no arrancarme nada y subir a la superficie. Una vez arriba hinché el chaleco y me dejé llevar por la corriente hacia la barca. Mis jadeos estresados mostraban el estado de ansiedad, necesitaba tranquilizarme ya.


Al llegar a la barca le dije al barquero que no había podido avisar a nadie, que estaba sola bajo el mar. Él me ayudó a quitarme el equipo en el mar porque no estaba en condiciones de subir con él a cuestas y me dijo q no me preocupara. A los pocos minutos el resto de mi familia emergió con Joan…

¡Feliz día! J

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